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lunes, 17 de agosto de 2009

Saul Godoy Gómez // Una historia de vampiros

Vuelve Saul Godoy Gómez con otro incisivo artículo de opinión en El Universal.

Isaiah Berlin estaba conteste en que, dentro de las necesidades del ser humano, éste requiere de comida, saciar su sed, tener seguridad, un techo y, entre las muchas cosas que necesita, anhela "pertenecer", ser parte de un grupo humano, con un mismo lenguaje, que comparta una misma cultura, que entre ellos se sienta a gusto, que cuando hablen, no haya que explicar muchas cosas, pues todos se entienden. Pero si además se le da la promesa y la ilusión de que va a pertenecer a un grupo dominante, a un Estado Nación con un destino histórico, con un pasado glorioso y un futuro de triunfos, la oferta puede ser demasiado tentadora, sobre todo para gente ignorante, incapacitada para decidir por ellos mismos cosas tan importantes como qué hacer con sus vidas.

Para que el nacionalismo exista necesita de un líder. Entre los tipos de líderes, el demagogo es el más peligroso, ya que utiliza las ideas y la palabra, sin importarle sus consecuencias, y al contrario de otro tipo de líderes, que usa el poder de la masa para fines constructivos y para el progreso de sus naciones, el demagogo conduce a su pueblo, inevitablemente, por los caminos del infierno. Eso fue lo que hizo Hitler en la primera mitad del siglo XX en Alemania, y lo que hizo Stalin en Rusia, Mao en China, Pol Pot en Camboya, Fidel en Cuba y, ahora, Chávez en Venezuela. En primer lugar tenemos que admitir que el nacionalismo representa una fuerza social poderosa, no importa la ideología, el nacionalismo revuelve las pasiones más profundas de un pueblo, y como pasión que es, apela a las más básicas y primitivas de las pulsiones del ser humano, esas que atañen a la tribu, al grupo, al terruño, a los ancestros.

El nacionalismo necesita de una herida abierta o una humillación, el resentimiento es clave para el surgimiento de este movimiento, bien sea un pasado colonial, una guerra perdida, una ideología diferente, la envidia a una cultura superior inalcanzable, la riqueza de los otros… siempre hay una o varias razones que funcionan como espuelas en los ijares del pueblo y que el líder utiliza para excitar ese reclamo histórico, ese deber impostergable de hacer justicia; aquí surge el segundo ingrediente pegadito del resentimiento y el desprecio hacia los otros, y es la creencia inculcada por el líder a las masas, de creer en la superioridad de su pueblo. Entonces empieza el proceso de transformar en veneno todo lo que viene de "allá" para "acá", comienza la descalificación del enemigo, de su sistema de vida, todo con la intención de alimentar el odio hacia el otro. De aquí nace un perverso altruismo, el deber que tiene una nación superior de imponer a las otras su visión del mundo; la agresión se transforma, entonces, en un acto de "caridad" al ayudar a los otros a surgir, a civilizarlos en "la verdad verdadera" y esa es la misión que justifica el dominio y el conflicto. Pero hay un elemento perverso en el uso del nacionalismo como manera de ocultar los problemas de un gobierno, cuando este pierde apoyo popular, cuando las críticas arrecian debido a su ineficacia, errores y omisiones, entonces apela al recurso del enemigo externo. Es lo que hace Chávez con su nacionalismo ramplón frente a Colombia.

En las historias sobre vampiros, una de las maneras de acabar con sus vidas era atravesándoles el corazón con una estaca de madera, para nuestro vampiro endógeno, el tema colombiano representa esa estaca de madera, a la que ya el presidente Uribe le sacó punta y tiene el martillo en la mano, es sólo cuestión de tiempo, de muy poco tiempo, para que le llegue el momento del estacazo a Chávez, él lo sabe, y anda revoloteando nervioso, dando chillidos.

Colombia ha sido el pote de humo perfecto para los problemas internos del Gobierno, pero ahora hay una diferencia fundamental, Uribe tiene las pruebas de las componendas de Chávez con la guerrilla y el narcotráfico colombiano para la desestabilización de ese país. Chávez tiene ya años tratando de tumbar a Uribe para instaurar un gobierno de izquierda en Colombia, interviniendo descaradamente en los asuntos internos de ese país, financiando y surtiendo de armas a los terroristas, dándole santuario y apoyo político a estas bandas de criminales, violadores de toda dignidad humana, secuestradores y torturadores de personas inocentes al conflicto, asesinos de mujeres y niños.

Colombia ha sostenido una cruenta guerra interna en contra del comunismo más perverso, Estados Unidos de Norteamérica le ha brindado todo el apoyo posible, principalmente en lo militar, logrando sacar a Colombia del hueco en que se encontraba sumida, su democracia a punto de ser destruida. Chávez, con su carácter sibilino, su doble juego e hipocresía ha jugado, incluso, la carta humanitaria, tratando de mediar en la entrega de rehenes con la sola intención de influir en la política interna colombiana con sus heroínas y candidatos. Pero se han caído las caretas, el conspirador quedó al desnudo y viene la parte final del drama, de la consolidación de Uribe y la democracia en Colombia. Los colombianos necesitan tener la presencia de los norteamericanos en sus bases militares para terminar definitivamente con la guerrilla y el narcotráfico, es cuando le da el ataque de caspa a nuestro vampiro endógeno y acusa a USA de querer una guerra entre Colombia y Venezuela.

Ya se prendieron de nuevo los motores del nacionalismo a ultranza en nuestro país, diputados afectos al gobierno acusando de traidores a unos y patriotas a otros; Chávez se sabe atrapado en dos frentes: por un lado, el expediente que Uribe le está montando para llevarlo a un juicio internacional por apoyar al terrorismo y al narcotráfico, y por el otro, el desmembramiento de su brazo armado insurgente, las FARC, con su negocio del narcotráfico, que tienen los días contados con los gringos manejando la intervención de las comunicaciones, el rastreo y la ubicación de los campamentos y laboratorios y la detección y destrucción de la red de distribución de drogas desde el territorio colombiano. Por estas razones el vampiro necesita una guerra, urgentemente, sin importarle la ruina de la frontera o cuántos venezolanos caigan para tapar sus vagabunderías, de allí el peligroso tango que baila con nuestras relaciones binacionales; es vergonzoso admitirlo, pero tenemos un jefe de Estado expuesto a cualquier tipo de extorsión.

–percival367@yahoo.com

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