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martes, 8 de julio de 2014

San Pedro se llevó a mi hermano Alfredo

Se fue la Saeta Rubia, el más grande símbolo del Real Madrid, el club de mis amores. Estamos de luto.

Aquí podría despacharme en elogios a esa gran persona pero prefiero ponerles las palabras de otro grande del fútbol, al menos para nosotros los venezolanos, Lázaro Candal y su relación, a veces no tan feliz, con nuestro país.

Tomado de eud.com

Di Stéfano estuvo unido a Venezuela como comentarista y asesor de la selección.

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Di Stéfano enamoró a sus seguidores ARCHIVO
LÁZARO CANDAL |  ESPECIAL/EL UNIVERSAL
martes 8 de julio de 2014  07:45 AM
Alfredo Di Stéfano, mi hermano del alma, se lo llevó San Pedro, y es que este santo es un gran devoto del fútbol. Con Alfredo se muere uno de los más grandes futbolistas de todos los tiempos, por no decir el mejor. Hubo un momento en el que le disputó a Pelé quien de los dos era el mejor. Y todavía lo discuten. Incluso, hoy en día, ponen detrás de esta pareja de monstruos a Maradona, Messi, Johan Cruyff, Cristiano Ronaldo. Es una leyenda.

Lo conocí cuando lo contrató Venevisión como comentarista para transmitir el Mundial de Argentina (1978) y el de España (1982). Y la verdad fue una de las grandes alegrías que me dio el fútbol, no solamente por lo que sabía, lo que comentaba, la forma en que lo decía, sino porque además era un tipazo. Un amigo de una calidad humana única. 

En el Mundial de Argentina, con él era todo fácil. Con Menotti charlábamos siempre, con los jugadores, con quien fuera, porque se le abrían todas las puertas. Un día fuimos a una práctica de la selección argentina, en Buenos Aires, en un bosque, no dejaban entrar ni entrevistar, militares de Videla por todas partes, así como otras bestias de la dictadura. Entramos, cada uno con un micrófono en la corbata, y luego dentro, entre él y yo, entrevistamos a Menotti y a los jugadores, hasta al masajista, sin que se dieran cuenta. Burlamos a los de Videla.

En el Mundial de España le echaba muchas anécdotas a Ladislao Kubala, el otro comentarista que trabajaba con nosotros. Un caballero. Y Alfredo le echaba muchas bromas. Y es que Alfredo era una barbaridad. En el partido contra Escocia, en Barcelona, que jugó Brasil, detrás del marco escocés, había unos cinco mil escoceses, todos borrachos. De repente, Zico, dispara al marco escocés, y la pelota le sale alta y se va para donde estaban los escoceses. Y no la devuelven, y le digo: "Alfredo, los escoceses no devuelven la pelota". Y me contesta ahí mismo: "Se la están bebiendo". Todavía me río. 

Estuvo con Venezuela de asesor del Cata Roque. Los jugadores quedaron encantados. Fue a Mérida, ciudad que le gustó mucho, incluso jugó un partido de veteranos, por cierto, que todos le pasábamos la pelota y nos tuvo que avisar: "Por favor, todas a mi no, que no me da tiempo a devolverlas". Siempre estaba de buen humor. 

Fue un fenómeno como futbolista en River, Millonarios, Real Madrid, luego como técnico también dejó señales de su grandeza en el Valencia, Real Madrid, Boca Juniors, River Plate, enseñaba con el ejemplo y, por encima de todo tenía una hermosa virtud, era muy honesto. Daba siempre la cara, decía las cosas por delante no era amigo de hablar por detrás. 

Pasó un trago muy amargo, a raíz de su secuestro en Caracas por el Comandante Canales, su verdadero nombre Paúl del Río, también, que curioso, un hermanazo mío. A Paúl lo conozco hace 54 años, cuando era un chamo. Mamaíta querida, y me va a secuestrar al que luego sería mi otro hermanazo, Alfredo Di Stéfano. Que coincidencia. Por cierto que Alfredo me contó que cuando lo tenían secuestrado, un día el que lo estaba vigilando se durmió y Alfredo lo tuvo que despertar: "Che, pero, que hacés, quien vigila a quién", y el vigilante se reía. Otro día jugaba a las damas con el Comandante y siempre ganaba. También llenaban formularios del cinco y seis, pero Paúl del Río le decía que si les tocaba era para ellos, a él nada. 

Más allá del tremendo susto que se llevó, al final le quedó un buen recuerdo del Comandante Canales. Por cierto, que en el cuarto que estaba preso, se escuchaba todo el día a una española cantar: "Que bonito es el querer" y Alfredo decía: "La madre que la parió, si en vez de cantar se diera cuenta de que estoy aquí metido". Al final, luego de entregarlo, Paúl del Río habló conmigo para contarme cosas del secuestro y de Alfredo. Me dio dos hermosos cuadros para regalárselos. Paúl es un gran pintor, para que se los llevara a Alfredo. Se los llevé y los colgó en su casa. Allí los vi un día. 

Tuvo también Alfredo unos detalles con la Liga Nacional del Fútbol Menor. Un par de veces fui con él al Velódromo Teo Capriles, para que hiciera clínicas con los chamitos de la Liga y Alfredo les echaba bromas. Les hacía patear pelotas al arquero y, en una de esas viene un chamo lanzado, con unos zapatos de charol, preciosos, con brillo y cuando le iba a dar a la pelota, Alfredo le echa un grito: "¡Che, pero, vos, a dónde vas con los zapatos del domingo... " Todavía nos reímos. 

Alfredo, hermano, te has ido, pero siempre estarás conmigo. Nunca te olvidaré, porque me hiciste muy feliz con tu amistad, con los consejos que me diste, con las cosas tan bellas que me enseñaste sobre la solidaridad. Sé que estás con San Pedro hablando de fútbol.